Tal parece que Roma en la época de la República tenía un ethos muy conservador: la innovación era mal vista, cultivar las tradiciones -para que nada cambiara- el mandato.
Mario, por su parte, fue tal vez el mejor general de toda la historia guerrera de Roma, que por cierto duró mil años. Mario les enseñó a los romanos el valor de la innovación; y lo hizo de un modo dramático.
Resulta que una de las armas más poderosas de las legiones de Roma eran unas lanzas que volaban raudas y precisas hacia el enemigo, y que al caer era casi seguro que causaran la muerte de uno o más soldados entre sus filas. Sin embargo, los enemigos de Roma, que también se las traían pronto aprendieron a compensar sus pérdidas: tomaban la lanza una vez arrojada por los romanos, desde el suelo o desde el cadáver del caido y con la misma fiereza la devolvían hacia las legiones; como el arma seguía siendo mortal, causaba ahora importantes pérdidas también entre quienes se suponía que poseían (en exclusiva) la ventaja (técnica y logística en la batalla).
La propuesta innovadora de Mario fue muy simple, técnicamente resuelta rápidamente, y previno muchas muertes en lo sucesivo entre las legiones: la punta de la lanza, una vez cumplido su mortal cometido, debería desprenderse irremediablemente del resto del cuerpo del arma, impidiendo así su reuso inmediato :-)
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¡Innovas o mueres!
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