jueves, 19 de noviembre de 2009

Antes que todo, nuevos productos

El mercadeo trabaja con las cuatro Ps: Producto, Precio, Plaza y Promoción. El punto es que sin Producto las otras tres no existen. Y si el producto no compite satisfactoriamente es como si no existiera. ¿Qué hace a un producto competitivo? Que su precio sea correcto, que el consumidor lo encuentre en el lugar que esperaba encontrarlo (plaza), que conozca de su existencia y ansíe comprarlo (promoción, en el sentido amplio del término). ¿Entonces? Que todo lo anterior es cierto pero también que es fácil de imitar. A nuestro cliente meta, ya en el centro comercial o supermercado, frente a las vitrinas o empaques, con “ene” marcas que ofrecen satisfacerle su necesidad, y a precios similares, solo le va quedando el producto para decidirse. Y va a decidirse por el que “pinte” mejor, el que luzca, se sienta o parezca, en una palabra, perciba, mejor.

Los nuevos productos son indispensables porque los buenos productos siempre serán imitados, y entonces ya no obstante seguir siendo buenos, no compiten bien. La imitación comienza con el bien o servicio en sí y su precio, y rápidamente iguala las condiciones de plaza y promoción. Con un buen producto probado los imitadores van a la fija. Las ventas son predecibles. Todo es cuestión de velocidad. En el mundo hoy, las ventanas de oportunidad cada vez duran menos. Así que no hay sino dos alternativas, o se continúa innovando o se vive imitando.

Las innovaciones, que pueden ser al producto o a los procesos para su fabricación, tienen además la ventaja de que fortalecen el espíritu innovador de quien las practica. Así, en ése orden. Lo cual se traduce en una organización con mayor disposición al cambio, más alerta a las oportunidades, cohesionada, con talante de liderazgo, y por todo esto, con buenas posibilidades de atraer y retener al mejor talento humano. O sea que de contera (a las innovaciones), se hace realidad su transformación en valiosos flujos de caja. Círculo empresario virtuoso sin atenuantes.

Innovadores e imitadores tienen su lugar en el mundo, pero los primeros suelen tener un mejor lugar. Tan es así que los segundos, suelen también, abandonar su posición y pericia para adentrarse no importa los riesgos en las lides menos cómodas pero más gratificantes de sus maestros. El espíritu innovador que da nacimiento a los nuevos productos está en la naturaleza humana. En la sección que mejores cosas tiene para decir de los hombres, junto a la prudencia, a la búsqueda de la justicia, la fortaleza y la templanza. Esta última precisamente la que más urge para triunfar con las cuatro Ps. Ya que si solo se prodiga dedicación a las más brillantes y glamorosas Promoción y Plaza, y se resisten los trabajos y sudores, grises y rugosos, cuesta arriba, del desarrollo de nuevos Productos, no habrá luego "Santa Lucía que nos ampare cuando el ojo ya este afuera…"

Casi no hace falta decirlo, el Precio, que es la cosecha de la vid, la culminación del ciclo, nos ofrecerá así mismo su dulce recompensa (en jugosas utilidades) sólo si el Producto ha madurado todo el valor que el sediento comensal ansiaba. Lo cual supone conocimiento del oficio de labranza, buenas tierras y semillas, sol y agua ni en demasía ni tan poquita, y otras herramientas y habilidades de cultivador… Pero esto ya es harina de otro costal. Por ahora, y antes que todo, ¡larga vida a la vocación por la innovación!

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