martes, 25 de agosto de 2009

In memoriam

Escrito el 19 de noviembre de 2004 en Bogotá D.C., Colombia

"INNOVACIÓN EN MEMORIA DE JOSÉ DAVID DOMÍNGUEZ

Soy padre de un joven de 20 años y de otro de 14 meses. No soy alcohólico (creo) pero he ingerido licor delante de mis hijos, en sus cumpleaños y en el mío por ejemplo, y no pienso encerrarlos en casa los viernes y sábados para protegerlos de la jungla en la cual igual han de aprender a vivir, cuánto antes mejor. Pero si quiero cambios. ¿Qué clase de especie somos si sólo atinamos a presenciar como empeoran las cosas?

Adecuadas soluciones exigen adecuado planteamiento del problema. Premisa fundamental: en Colombia las autoridades de policía son tan insuficientes con tanto mal comportamiento que atender, desde los carros mal parqueados hasta los carros bomba, que mal haríamos en esperar se ocuparan además de enseñar a beber a nuestros mocosos. Premisa obvia: los niños no saben beber y mientras aprenden están en riesgo mortal cada vez que se presenta la ocasión, que son frecuentes. Premisa reiterativa: los niños no se convierten en adultos responsables encerrándolos en sus casas; como no se evita el embarazo de las niñas vendiendo el sofá o mirando rayado al novio. ¿Qué hacer entonces?

Bares y restaurantes son capaces de evitar que les introduzcan licor de “contrabando” ¿No les queda fácil entonces evitar que ingresen menores de edad? Mmm… si, cierto, pero es que algunos solo vienen a comer o a disfrutar del espectáculo o a conversar. Vale, que entren todos.

Bares y restaurantes, con menores y adultos adentro, podrían solicitar la cédula a quien ordena licor, verificar edades, registrar nombres y cantidad de licor suministrada, y advertir (como los policías en las películas) sobre derechos y deberes. Mmm… si, cierto, pero nada evitará que “el más adulto” de la mesa pida y luego sirva para todos sin ton ni son hasta que nadie se acuerde de quien es vecino. Vale, que todos tomen.

Bares y restaurantes, con todos tomando, niños y adultos, hasta dónde alcance el bolsillo, pues digo yo que ya tenemos a José David para que nos recuerde como van a terminar las cosas… Entonces, ¿Qué hacer?

El quid está en el bolsillo. Si el trago es barato así no se tenga mucho dinero es fácil terminar borracho. Todo el que ha aprendido a consumir alcohol sabe que lo que emborracha es la velocidad con que se toma. Cuando se modera la frecuencia de los tragos ingeridos se puede tomar más y hasta se puede tomar mucho sin embriagarse. Esto es lo que los niños aún no saben y para lo cual por supuesto, aunque lo supieran, tienen menos continencia que los adultos. Así que hay que contenerlos a la fuerza. A la fuerza del bolsillo. Bares y restaurantes pueden aportar y además salir gananciosos: vendan el trago tres veces más caro, a moros y cristianos, y ahórrense seguir saliendo en los medios asociados a la tragedia del fin de semana anterior. Capaz incluso los adultos tomen menos y en general haya menos borrachos de todo tipo en las calles. Esto se puede hacer de dos formas. Voluntaria, cada dueño de negocio se afilia en esta cruzada por el sano beber, ayuda a evitar más tragedias y le apuesta a que el negocio va a seguir prosperando. O dos, las autoridades decretan un impuesto especial del 300% al expendio de licores en bares y restaurantes. Que cada quien escoja y pague lo que pueda y apetezca. En todo caso que nadie se burle de José David Domínguez recetando paños de agua tibia basados en premisas falsas y falsas capitulaciones ¿Qué clase de especie somos si seguimos así?"

NOTA: casi cinco años despúes es claro lo que nos corresponde esperar de las autoridades (lo mismo de las de aquí, de las de USA y de las de la conchinchina); la opción es el mercado

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