martes, 11 de agosto de 2009

La innovación como respuesta (no solución)

Si no cabe renunciar a la esperanza (que de eso se ocupa la muerte), es menester ocuparse mientras de cualquier intento que ofrezca inteligencia. Ésta se podrá definir y discutir de muchas maneras pero no es difícil coincidir, en que por contraste a la brutalidad, lo inteligente va más en la dirección de la creación que en la de la destrucción. De eso se trata precisamente la innovación.

El que crea es el hombre. En solitario o en grupo, en destellos o bajo el esfuerzo continuo, sólo a él cabe imaginar lo que aún no existe. Pero no se trata solamente de la facultad natural, genética o innata. Es además la recompensa de la comunidad, que bien puede ser hacia el construir, o mal puede ser (es entonces) hacia el despojo. De todas y tantas ocupaciones que en la vida tiene un hombre, el crear puede ser la única que muchos jamás practicarán.

La innovación distingue a los innovadores, que serán entonces reconocidos por sus innovaciones. Así, la práctica da origen al título, que se otorga a quien puede ofrecer realizaciones. Sin realizaciones no tiene sentido hablar de sistema de innovación o apoyo a los innovadores. Todo lo cual nos lleva a concluir que lo primero es hallar a los innovadores, y si escasean en el país, hallarlos afuera y convencerlos de que se vengan a vivir acá. Lo demás será pensar con el deseo.

¿Dónde están? ¿Cuántos más pueden llegar a ser?

No hay comentarios: