Continuando con el tema de ayer...
¿Para qué librerías cuando ya no se impriman libros?
Ciertamente ya no tendrán sentido, al menos no el que han tenido tradicionalmente. Pero se me ocurre que podrían transformarse en algo diferente, en algo que aprovechara el eventual creciente volumen de lectores que comentábamos ayer. Es muy simple: para leer se necesitan ciertas comodidades, cada vez más difíciles de hallar, silencio la principal de ellas, y no menos importante que ésta, estirar, levantar y reposar las piernas. Las librerías del futuro podrían ser sitios especialmente acondicionados para la lectura, así:
1. Con la disponibilidad de las versiones electrónicas, una lecto-librería tendría acceso a todos los libros del mundo en su local; negociaría con sus proveedores (las casas editoriales) un modelo de suministro de ejemplares por demanda (la de los lectores que acudirían allí)
2. Como ya hemos dicho, el Jobs-To-Be-Done esencial a suministrar al cliente serían las comodidades del silencio y el bien disponer del cuerpo para la lectura; no se permitirían interrupciones de ningún tipo por el tiempo contratado: no llamadas, no otros ofrecimientos (café, rosquillas, etc., a menos que el lector los solicite), no otros lectores en disposición conversacional, no nada de nada excepto el ejemplar de la lectura escogida y el mueble consentidor
3. La lecto-librería podría imprimir el ejemplar (por demanda) o suministrarlo vía un Kindle o un iPad, lo que el cliente prefiera, y lo conservaría allí para éste, para cuando éste vuelva allí a continuar con la lectura; nadie más lo tocaría ni lo subrayaría ni le doblaría las puntas a las hojas; si la lectura es vía lector electrónico lo mismo (hemos comentado antes sobre el lector electrónico que soñamos...)
4. El modelo de princing es muy sencillo: a) un pago por afiliación de lectores no de por vida sino por 100 años (para compra-renovación del lector electrónico, para espacio de almacenamiento del lector electrónico y/o ejemplares impresos) transferible o heredable a voluntad del lector, b) pagos mensuales según número de horas usadas del servicio y ejemplares de títulos demandados
5. A la muerte (inevitable) del lector la afiliación, como hemos dicho, se hereda, junto con los ejemplares impresos leídos y el lector electrónico de haberlo; el heredero hereda así (por unos años) no sólo la materialidad del servicio que le permitirá a su vez convertirse en un nuevo lector, sino además la espiritualidad resultado del camino de lectura recorrido por su benefactor; que de no ser de su agrado o interés quedaría a discreción de la lecto-librería para subasta o donación
PS Es claro que las lecto-librerías competirían entre ellas por atraer los más altos perfiles posibles de lectores; esto en razón de otra innovación de la cual ya se ha hablado antes acá :-)
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